miércoles, 6 de abril de 2011

Grupo Le Tangó, músicos guayaquileños de exportación.

 por Sergio Pérez 

Un instante del concierto ofrecido por la agrupación guayaquileña Le Tangó.
 
Un instante del concierto ofrecido por la agrupación guayaquileña Le Tangó.

Hacia 1880 empezaba un torrente de inmigrantes, jóvenes para quienes Argentina tenía mucho que ofrecerle cuando Europa presentaba la convulsión y crisis que antecedería a la Primera Guerra Mundial.

La mayoría eran españoles, pero más aún, italianos. Entre ritmos, bailes y canciones se dio una fusión espectacular, original y de grandes alcances musicales. El tango.

Le Tangó, con grandes artistas guayaquileños, ofreció un segundo recital y una gran diferencia. Esta vez no había dónde ubicar un alfiler.

Tan bueno fue el primero que, con el aporte de la prensa, pero sobre todo la voz de boca, el público abarrotó el pequeño auditorio de la Alianza Francesa ávido por escuchar esta música realmente sublime.

Con el sonido majestuoso de Fernando Pérez en el piano hicieron Jacinto Chiclana y la milonga triste de Atahualpa Yupanqui Los ejes de mi carreta que describen el sufrimiento del indio. Eloy Velásquez, líder y muy buen cantor, subió el nivel de su registro natural de barítono, ofreciendo otra tesitura para una canción trágica.

Tango Sky fue un modelo de claridad y exactitud en la ejecución instrumental, mientras Eloy Velásquez, mayor y más canchero, ensayaba una reflexión tanguera en voz alta, hablada, que funciona en la medida, que el cantor transmita autenticidad artística y sentimental.

¿Qué pensaría un argentino al ver a un ecuatoriano apropiarse en forma fidedigna de su máxima identidad cultural? Sus ojos se cerraron, de Carlos Gardel, trágico y triste con arreglos propios del trío fue seguido a continuación por El día que me quieras, cantado y en partes solamente instrumental con ese romanticismo exacerbado que dice las “estrellas celosas nos mirarán pasar”.

Y es que entre esos cientos de miles de emigrantes que cada año llegaban a Buenos Aires, estaban muy pocas mujeres. “La mujer era un bien escaso y, por ende, codiciado y disputado”.

Las canciones comenzaron a perder su brevedad inicial y Volver fue coreado en forma unánime mientras Eloy ya había entrado totalmente en calor. Sur resultó muy descriptivo hablando de los barrios de La Boca y San Telmo, mientras que se multiplicaban tesituras y colores en registro de voz con mayor gravedad. La instrumentación de gran nivel con Fernando Pérez en el piano y Carlos Hernández en guitarra asombra por la edad de estos jovencitos que se perfilan para auténticos virtuosos. Enhorabuena.

Chiquilín de Bachin fue una colaboración de Horacio Ferrer y Astor Piazzola. Bellísimo, pletórico de un lirismo muy especial, fue cantado en forma realmente magistral. Lo mejor de Eloy en este concierto.

Balada para un loco quizás la obra más conocida de Astor Piazzola, figura cumbre de la música universal y no solamente del tango, mereció una introducción hablada antes de que el sonido dejara embelesado a un público de generaciones previas que “encaran la vida de una forma más romántica, más soñadora y más tranquila”.

Pero fue la sensacional Libertango y su dramática ejecución lo que dejó establecido que, sin lugar a dudas, el único género musical capaz de originar en el arrabal para terminar al nivel de lo más excelso de la música clásica es el tango.

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