La Fiesta de la Música llevó el tango tradicional y progresivo a la Alianza Francesa de Guayaquil, en una noche de música y video.Ángel Díaz Jr., hijo de uno de los grandes compositores cubanos de boleros en piano; y Eloy Velásquez, cantor de tangos, desde la niñez interpretaron a Carlos Gardel, paradigma del tango clásico y a Astor Piazolla, el genio moderno del tango progresivo intercalados con video de gente bailando y hablando sobre los orígenes del tango.Ángel Díaz tomó el escenario al piano para interpretar Fuga y misterio de Piazolla, con ese hermoso rigor que otorga el entrenamiento clásico que recibió en el Tchaikovsky de Moscú. Invierno porteño, gran muestra del sublime preciosismo melódico de Piazolla, dio paso a Adiós Nonino y su nostalgia universal que suscitó aplausos de un público seducido por la técnica en la ejecución de Ángel Díaz Jr.El tango, que inicialmente se tocaba con flauta, guitarra y violín y cuyos orígenes son inciertos, fue, a partir de 1860, ejecutado con violín, piano y bandoneón, instrumento insignia que reemplazó a la flauta, y el instrumento con el que Astor Piazolla fue incluido en el grupo de Gardel a los 13 años, durante una gira en la ciudad de New York. Todo un prodigio.
Eloy Velásquez, un barítono, cantó con sorprendente autoridad y gran expresividad Sus ojos se cerraron, para seguir con Volver, con todo el cúmulo de sabiduría popular y reflexiones y llegar al público con gran impacto cantando El día que me quieras, coreada con entusiasmo.Ángel Díaz Jr., sobresaliente en un piano de cola, interpretó Cuando tú no estás, Palermo y La copa del olvido entre otros, de Gardel, antes de acompañar a Velásquez en un repertorio de Piazolla, que compuso muy poco para cantar.Hizo Sur con letra como “Siento al sur como a tu cuerpo en la intimidad”, y finalmente la composición Balada para un loco y su letra totalmente surrealista, producto de un genio que alguna vez dijo “Soy más prestigioso que popular”. Ese era Astor Piazolla, incomprendido y adelantado a su tiempo.
Reseña publicada el 24 de junio de 2008, escrita por SERGIO PÉREZ en el diario El Universo